20 sept 2006

1,2,3... Probando apellido

No es sencillo mantener actualizado un blog. Sobre todo en mi caso, que dependo de un tercero que escriba por mí. Apenas tengo un mes y una semana... Y no puedo manejarme con autonomía. ¿Me entienden? Más allá de que mi última visita al pediatra haya entregado un interesante y alentador panorama sobre mi crecimiento --marqué 5,100 kilos en la balanza y 58 centímetros en la regla--, todavía no soy capaz de hacer nada por mis propios medios. Bah, apenas puedo llorar, comer y un cumplir con una serie de actividades escatológicas que no vale la pena mencionar --ya todos deben saber de qué hablo--. Si quieren que baile breakdance van a tener que esperar... ¿Qué se creen?
En los últimos días no hubo grandes novedades... Sigo desarrollando mis poderes psíquicos para que mis papis muestren diferentes y empeoradas versiones de sus caras. Rostros ajados por el cansancio y, sobre todo, por el desconcierto. Lo cómico es que, con el mes y chirolas de experiencia en la paternidad, se hacen los cancheros y dicen haberme tomado los tiempos. ¡Ja! Eso es lo que creen. Al otro día me las ingenio para despertar nuevas preocupaciones. Y sí... Resulta muy divertido ver cómo vuelven a poner la cara de temor que tenían en los primeros días de convivencia... Por dentro me deben querer matar... La situación, tensa por cierto, me tiene sin cuidado... Es pura espuma. Es común. Según un relevamiento del INDEC, el 98% de los padres debutantes atraviesa la misma situación. A casi todos se le cruza por la cabeza la idea de envolver al bebé en un paquete y mandarlo por encomienda a las casas de los abuelos, en donde casi todos nos portamos bien... Al menos eso es lo que juran y perjuran los nonos... Hay que bancarsela, viejo... ¡Las cosas que quedan por aprender y aguantar!
Por último, una buena nueva... Después de tanto insistir a través de esta bitácora virtual llegó el tiempo de la recompensa. El Gordo --aquel que dice ser mi padre-- tomó la determinación de anotarme en el registro civil del condado en el que vivimos... Dejaré de ser Cata a secas... Tendré un apellido propio. Seré, por fin, Cata Blog, hija de Martín Blog y Andrea Arribas... Espero que el Gordo cumpla con la promesa...
En caso contrario, contrataré un sicario para que lo ajusticie. Y también a su amigo Darío Traso, que anda diciendo por ahí que soy mufa. Me atribuye la mala racha del equipo de sus amores, ya que desde que nací no ganó nunca más... ¡Qué falta de respeto! ¿Qué culpa tengo de que los gatos tengan más de siete vidas? ¿Qué culpa tengo de que los perros jueguen al fútbol?

12 sept 2006

En guardia...

Dicen que todos los bebés son iguales. Una mentira enorme. Casi tan grande como que todos los chinos son iguales. Si está Yao Ming, que juega en la NBA y mide dos metros y pico... Si están los chotos del supermercado de la vuelta de casa, que te encajan billetes falsos y se hacen los giles --si no me creen, consulten a mi papá y víctima de esos abusadores con ictericia permanente--. Ojo, no tengo nada en contra de ellos. De hecho, el gordo es amigo del Chino Volpato... ¡Cuac!
Pero volvamos al tema que me compete. Más allá de presentar las mismas problemáticas, todos los bebés son distintos... Y yo no soy una del montón. Ya saben que le hice una gambeta a las tetas de mamá y me hice socia del fan club de las mamaderas... O que llegué al mundo con talla XL y que estoy dispuesta a seguir creciendo a pasos agigantados. Que tengo pelusa colorada y ojos que pintan para ser grises... Soy una chica especial. Sobre todo porque todavía no cumplí un mes y me considero una blogger experta...
Anoche, entrada la madrugada, sumé un nuevo capítulo a mi vida. Hice mi primera visita a una guardia pediátrica. ¿Qué pasó? No se asusten. Apenas un mal día... Sin embargo, mis papis, con los temores lógicos de los primerizos, no dudaron en subirme al auto y llevarme a una clínica. ¿Qué síntoma presentaba? Estaba intratable y por tercera vez en el día devolví más de media mamadera luego de un corto y trunco proceso digestivo. Las remeras de mamá y papá, y el acolchado de la cama son las evidencias de mi malestar. Es gracioso... Tal cagazo tenían lo que te jedi, que sus caras estaban desdibujadas. Creo que el cansacio había metido la cola. Mi mami no había pegado un ojo y su cabeza no dejaba de maquinar. El Gordo --pueden creer que todavía no me reconoció-- venía todo embarrado y transpirado tras protagonizar un triste retorno a las canchas de fútbol... Así, decididos por la desesperación que genera no saber qué hacer, me llevaron al sanatorio. Había una urgencia en el consultorio. Y también una beba de unos diez meses que lanzó un vómito para el campeonato... ¿Y yo? En qué andaba... Apenas me subí al auto, después de una sesión de 90 minutos de llanto continuado, me quedé frita en el huevito. ¿Pueden creer que no abrí un ojo? Ni siquiera me desperté cuando me revisó la pediatra. Y eso que hablaba hasta por los codos...
La doctora, tras prodigarme una serie de piropos --muy atinados, por cierto, ante tanta belleza--, tranquilizó a mis papis. Ellos se enteraron que existe algo que llamó reflujo, producto de una valvulita que funciona como esfínter y que todavía no terminé de desarrollar... No era para tanto, ¿no?

8 sept 2006

Espejito, espejito

Ya les dije en alguna de las anteriores entregas: la gente que viene a verme a casa tiene la imperiosa necesidad de encontrarme una semejanza con alguien... ¿Por qué? ¿Es necesario? Todos saben que soy hija de mi mamá y, supuestamente, hija de mi papá --sigue sin mover un pelo para darme su apellido--.
Es obvio que algo de ellos debo tener. No voy a ser parecida al sodero, ¿o sí? Ouchhhh. Me parece que entré en terreno fangoso... Papá: yo no sé nada, sólo fue un jueguito de palabras, ¡eh!
Dicen que soy igualita a ese gordo que se atribuye ser mi padre. No voy a plagiarme a mí misma, pero... Pobre de mí. Espero haber tenido mejor suerte en el reparto de caras.
Pero no se quedan allí. A la gente le encanta opinar. Con total soltura, algunos aseguran que tengo el color de ojos de una de mis bisabuelas. Otros afirman que soy idéntica a otra de mis bisabuelas, "una gota de agua".
Siguen la firmas. Insisten en que las orejas son iguales a las de mi tío. Y que mi nariz es un "porotito" como el que tenía una de mis tías. De la otra tía, según rememoran, tengo el color del pelo... ¡Qué pesados!
Hay más. Pasan los días y, de la nada, aparece alguien --debe ser conocido de mis papis-- que está convencido de que los cachetes se asemejan a los de papá. Al rato, como contrapartida, otro visitante jura que son similares a los de mamá.
Es increíble. Mi parecido con alguien es una cita obligada en el diálogo de todos los que pasan por mi casa. Son insufribles.
Ojo, no soy ingrata... Gracias a todos por los regalos, por ayudar a mis papás. Pero me siento protagonista estelar de un poco feliz sketch de Calabromas. O de Operación Ja Ja. La escena se repite hasta el hartazgo. ¿No pueden hablar de otra cosa? Me banco cualquier tema. La marcha de Blumberg, el alza del dólar...
¡Ya me aburro! Un dato: soy una bebé como todas. Lo único que me diferencia del resto es que quiero ser blogger... Nada más. ¿A quién me parezco? Dejen pasar un poco el tiempo. Les aviso: no tengo grandes pretensiones. A mí me gustaría ser, simplemente, como yo... ¿Es mucho pedir?

7 sept 2006

La supervivencia del más apto

No se crean que ya sé las teorías darwinianas. Simplemente, me gustó la frase. "La supervivencia del más apto"... Ja. Suena importante, ¿no? La escuché mientras el gordo --ojo, todavía no me reconoció-- veía una repetición de "El deporte y el hombre" por Volver... Y como todo tiene que ver con todo, como decía el hombre de bigote tupido y voz atildada que conducía aquel programa, me doy cuenta de que mi llegada agitó notablemente la vida de mi mamá y la del tipo que dice ser mi papá.
A los dos se los ve agotados, con ojeras hasta el piso. Se parecen a Graciela Fernández Meijide antes de conocer la generosidad del botox. Juran y perjuran que hasta mi salida dormían hasta ocho horas por día; que no gastaban tanta plata en gas, pañales, toallitas húmedas, sacaleche, sancor bebé y otras yerbas; que podían hacer lo que querían... Son una máquina de quejarse, viejo. No sabían que todo esto iba a pasar... Aclaro: los bebés nunca vienen con un pan debajo del brazo. Es una mentira más grande que la mansión de Sandro en Banfield. Vienen con una mochila bastante pesada. Aquí va una lista antojadiza de preocupaciones para los padres primerizos:
  • Cuando cambiamos la piel.
  • Cuando tenemos como una caspita en la pelusa.
  • Cuando cambiamos el ritmo de la respiración.
  • Cuando respiramos como chanchitos.
  • Cuando tenemos hipo 15 veces por día.
  • Cuando tomamos mucha leche.
  • Cuando tomamos poca leche.
  • Cuando regurgitamos la mitad de la mamadera.
  • Cuando dormimos mucho.
  • Cuando dormimos poco.
  • Cuando tenemos peditos (cólicos para los médicos).
  • Cuando no cagamos.
  • Cuando cagamos mucho.
  • Cuando cagamos poco.
  • Cuando lloramos.
  • Cuando no lloramos.
  • Y siguen las firmas.

En definitiva, los padres debutantes son medio pelotudos. Para colmo, a la primera de cambio, se enrostran quién cambió más pañales, quién calentó más mamaderas, quién durmió más, quién durmió menos... Me corrijo. Son pelotudos del todo. Igual, en el fondo (en el comedor y en el garaje también), los quiero... Ya van a estar curtidos cuando venga mi hermanito/a... Si no, pobrecito/a

5 sept 2006

¿Qué te pasa?

Creo que ustedes, que me siguen a través de esta flamante publicación, saben que yo no puedo hablar. Obvio, ¿cómo voy a hacerlo si sólo tengo tres semanas y chirolas de vida? Apenas, mediante un intérprete que practica la quiromancia (¿?), puedo transmitir mis pensamientos a un humilde escriba... Lo único que quiero es estar a la moda y ser una blogger. Nada más.
Sin embargo, mis padres parecen no darse cuenta de que simplemente uso la boca para emitir quejidos, llantos y, obvio, para comer y regurgitar....
Sucede que cuando no saben qué carajo hacer, arranca el concierto del "qué te pasa"...
  • "Qué te pasa, Catalina", tira mi papá. Sé que él quiere dormir unas horitas para llegar fresco al trabajo. El problema es que yo estoy descansada y comida... Sólo quiero pasar un rato despierta. El no sabe que puedo estar solita y con los ojos bien abiertos...
  • "Qué te pasa, Catita", insiste mi mamá, con una combinación de ternura y hartazgo, cuando dejo media mamadera. El pediatra dijo que debía tomar 120 mililitros reglamentarios... Pero a veces no tengo ganas de tomar todo... ¿A ustedes no les pasa? ¿Nunca dejan comida?
  • "Qué te pasa, Catinga", se hace el simpático, otra vez, el gordo --ya saben que es mi padre, aunque todavía no me dio su apellido e insistiré hasta que cumpla con la ley--, cuando lloro sin parar durante dos horas... ¿Qué? ¿No tengo derecho a quejarme un ratito? ¿O se creen que en mi vida todo es color de rosa? Por ejemplo, yo tengo ganas de salir. Y ellos me dejan encerrada en la cuna o atada al huevito y arropada como si viviéramos en la Antártida...
Uffffffffffffff. Si pudiera hablar les preguntaría qué les pasa a ellos. Son un par de nabos... No se dan cuenta de que no les voy a responder hasta que sea un poco más grande... Piensen, usen la cabeza, pregúntenle al pediatra. O acaso yo les tengo que solucionar todo... ¡¡¡Por favor!!!!

Cantando por un sueño

Por suerte, mis papis no miran el programa de Tinelli. Algo bueno debían tener, ¿no? Sin embargo, parece que están convencidos de que si cantan van a lograr inducirme al fantástico mundo de los sueños. No saben nada de nada... Se nota que son primerizos, ja.
Mi mamá se esforzó: se aprendió un amplio repertorio de canciones infantiles. Y se tomó el trabajo de modificarlas para que parezcan hechas a mi medida. No riman, pero... Si no funcionan las odas versionadas de Gaby, Fofó y Miliki, ella apela al último disco de Julieta Venegas. Como me torturó con ese fucking CD durante la fase final del embarazo, cree que las melodías de la mexicana me llevan a un trance similar al que atravesaba durante mi fase uterina... ¿No se da cuenta de que a mí me gusta el heavy metal? Aguante Iorio y la leche en tetra...
En el otro extremo aparece mi tía Pato, que dice ser una experta a la hora de lidiar con niños. Tiene una mejor voz --al menos no desentona-- y, para ser sincera, logra calmarme... Sobre todo porque tiene una amplia variedad y porque no le cambia la letra a las versiones originales.
Lo que no soporto (y tengo que decirlo) son las improvisaciones de mi papá... El tipo inventa todo el tiempo. Se cree que es un piola bárbaro... ¿Será posible que no se sepa ninguna canción entera? Ni siquiera las de la cancha. Es un desastre. Canta mal, desafina como loco --peor que la Calabró, en serio--, y me pone de la cabeza... Para colmo, como se da cuenta de sus limitaciones vocales, el gordo --que todavía, perdón por la insistencia, no me dio su apellido-- combina el canto con el baile. Y me sacude como si quisiera preparar un licuado de Cata...Por qué no se va a hacer papelones a lo de Tinelli. Ahí sí, no se lo digan a nadie, me hago la dormida. Prefiero quedarme sola en la cuna... Tal vez, si no hacen mucho barullo, me echo una siestita...

4 sept 2006

El que no llora, no mama

Un fenómeno Discepolín... Ese sí que debía tener memoria de sus primeros días de vida... "El que no llora, no mama", tiró en Cambalache, el tango que me hizo escuchar el otro día el gordo que dice ser mi papá. ¡Cuánta razón! Porque si no lloro, obviamente, no mamo. Sin embargo, yo no se las hice tan fácil a mis viejos.
La libre demanda es el último grito de la moda entre los pediatras. Los médicos casi que obligan a las madres a andar con las tetas al aire para alimentar a su cachorro/a en forma constante --cualquier duda consulte al especialista--.
Pero yo no quiero saber nada con eso. Soy de la contra... ¿¿¿¿Y qué???? Estamos en invierno, hace un frío de la ostia. Y mi idea es que a mi mamá no se le tome el pecho... Si se resfría, ¿quién me cuida? Ehhhhh. Entonces, por más que ella --una santa-- apelara al kamasutra de la lactacia para que me tentara, hice mi primera huelga de hambre... ¡Soy una loca bárbara!
Pero tenía que comer. Si no lo hacía, me deshidrataba y no contaba esta historia... Había que verles las caras de preocupación a los dos que me cuidan. Se los notaba angustiados... Por lo tanto, con apenas unos días de vida y tras el sabio consejo del pediatra amigo, me hice de mi primera amiguita: la mamadera.
De paso, sin la teta como fuente exclusiva del morfi, no tengo la exclusividad de mamá a la hora de comer. También papá --aunque todavía sigue sin darme su apellido-- se toma el trabajo de alimentarme...
La mamadera es una historia aparte. La veo cada tres horas. Y me tomo mi tiempo. De hecho, no se lo digan a nadie, tardo más de la cuenta para estar un rato largo en los brazos de mis papis. En el medio de la sesión, entre un eruto y otro, me cambian los pañales. No me pregunten por qué, pero apenas tomo un poco de leche se me aflojan las tripas... Papá y mamá dicen que a veces me paso. Son unos exagerados.... Además, yo no me fijo en todo lo que ellos hacen sentados en el inodoro. Y, menos que menos, ando divulgando sus olores...

¡Uy! ¿Dónde fui a caer?

La intención es ponerlos al día. Por eso, tras la introducción, les ofrezco un pequeño resumen de mis primeras tres semanas de vida...
Después de dos noches en la clínica, recibí el alta médica. ¡Qué miedito! Tenía licencia para irme a casa. Ya no iba a tener más a mano a las enfermeras. Tampoco a los pediatras ni a los neonatólogos. Ni siquiera a ese bendito aire acondicionado que calefaccionaba tan bien la habitación.
Iba a quedarme sola con mi mamá y con mi papá que, dicho sea de paso, tenían una cara de cagazo. Debería haberles sacado una foto. Pero eran ellos los que gozaban del monopolio de la cámara. Y no paraban de hacerme sufrir con esa luz roja y ese fucking flash... Ya sé lo que siente la gente de la farándula cuando es perseguida por los paparazzi. Hasta aprovechan para sacarme fotos cuando me baño. En bolas, obvio, ¿les parece justo? ¿Con qué autorización? ¡Qué turros!
Pero volvamos al tema inicial.
Cómo me iría en mi hogar dulce hogar? ¿Cómo serían mis padres? Ya sabía que ella, que me cuido bien durante los nueve meses y monedas de gestación, no era peligrosa. Pero... ¿Qué onda con él? Mi vieja hablaba maravillas de su maridito, pero, viste como son las mujeres enamoradas, uno nunca sabe... Mirá si tiene prontuario... O si es un depravado... Por ahora, el tipo se portó bien. Eso sí, tiene cara de tonto, ya sea afeitado o con barba. Lo triste es que la gente, tras prodigarme elogios y asegurar que soy una preciosidad, dice que soy muy parecida a ese gordo... Aquí hay una contradicción. ¿Soy linda? O será que la gente es hipócrita y me tira piropos para quedar bien... Porque si me parezco a mi papá... Ay, pobre de mí. Se me va a complicar para conseguir novio...

Hola a todos

Aquí comienza mi historia. Eso sí, con 22 días de retraso. Todo por culpa del Gordo que asegura ser mi padre, pero que todavía no fue capaz de darme su apellido...
Igual no me hago problemas. Se sabe: más vale tarde que... Tan chiquita y ya apelo a los lugares comunes. ¡Mamita querida! Sin embargo, no es casual. Yo me quedé un par de semanitas extra en la panza de mi mamá. Hice esperar a todos. El teléfono de la que sería mi casa no paraba de sonar. La expectativa era enorme. Hasta que un día, en la noche de un sábado, comencé a dar las primeras señales de que iba a salir. Y cumplí. Soy una chica de palabra. Después de 16 horas de contracciones --pobre mi mamita-- un pelado con bigote me sacó de mi cueva y vi la luz por primera vez.
Las viejas aseguran que, por mi peso, ya salí críada... Ufff. ¡Tengo tanto por aprender! Pronosticaban que iba a ser peluda porque mi vieja tenía acidez durante el embarazo. Y apenas tengo una suave pelusita. Ja... Si cobraran impuesto por hablar...
Bueno, tras esta breve introducción, aquí larga la experiencia de la gran Cata.
¿Cómo es llegar a este planeta desconocido? ¿Cómo educo a un par de personas que no son nada y que ahora, de repente, son padres? ¿Cómo aviso si tengo hambre? ¿O si tengo los pañales desbordados? ¿Y si los que están desbordados son mis papis?
Ojo, yo no tengo nada que ver con esa película "Mirá quién habla" y sus tristes secuelas en las que hasta los gatos parlaban de lo lindo. Nada que ver... ¿Quedó claro? Yo no hablo. Sólo quiero ser blogger. Además, por si alguien piensa en plagio o algo parecido, el Gordo que dice ser mi padre no se parece en nada de nada a John Travolta. Apenas se puede mover... Pero ésa es otra historia.
Hasta la próxima...