Pasó casi medio año desde el último contacto. No saben todo lo que aprendí en este tiempo. Ya les voy a contar. Pero, antes de todo, vienen las excusas. ¿A qué se debió este impasse? Mezcla de desidia del escriba y, vale aclararlo, dejadez mía. Creo que no le insistí con la suficiente vehemencia para que el hombre retome su actividad de cronista, más allá de haberle pagado por adelantado con miles de sonrisas y morisquetas. Pero el descanso llegó a su final. Luego de pasar mis primeras vacaciones, conseguí que el muñeco se ponga las pilas y vuelva a relatar mi vida.
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