12 abr 2007

El día de la independencia

Manga de molestos. Todas las noches lo mismo. Dale con abrir y cerrar el ropero. Dale con abrir y cerrar la mesita de luz... Hasta esa maldita botella de agua mineral que en medio de la noche hacía ruidos que despertaban hasta a un muerto.
¡Y la tele! Tendrían que prohibir por decreto todos los canales a excepción de Discovery Kids. Si no era mi mami con su maldita costumbre de ver a los inútiles de Gran Hermano, era el gordo barbudo con los partidos de fútbol de ese equipito de morondanga que juega la copa de leche.
Todo eso tuve que aguantar porque ellos no se dignaban a pasarme a mi pieza. Y eso que mi mami había puesto todo su esmero en decorarla como la de las revistas... Hasta el gordo barbudo se puso las pilas y pintó de blanco todos los muebles que reciclaron de la casa de mi bisabuelita Baba. La habitación estaba chiche bombón... Pero yo sólo la usaba para jugar. A punto de cumplir los 8 meses, estos dos vagos no me dejaban tranquila y me obligaban a dormir a sólo unos pasitos de su cama.
Por suerte, después de la persistencia e insistencia de papá, mamá aceptó que la nena estaba ya bastante grandecita para dormir sola. Y me mudaron a mi pieza.
El terror de que me despertaría llorando por extrañar horrores el cuarto de mis papis, desapareció como la bruma de la mañana. Dormí de un tirón toda la noche. A pata suelta como se dice. El baby call, con el que me siguen de cerca, apenas transmitió algún que otro suspirito de placer. Sí, el placer de estar solita a mis anchas. Sin ruidos, sin golpes. Era mi día. Por fin la independencia.

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