Me gustan los feriados. El motivo es obvio. Un día completo con mi mami y el gordo barbudo. Y no es que la pase mal con mis abuelos. Todo lo contrario. Allí me tratan como una reina. Bah, como lo que soy... Sin embargo, cuando mis papis no van a trabajar, puedo dormir un rato más por la mañana y hacer fiaca en la pieza de ellos. Un ejemplo es este helado 9 de julio. A propósito, una pregunta. ¿Acá, en Banfield, nieva todos los inviernos? ¿No me habían dicho que era imposible que cayeran copitos de algodón desde el cielo? Me parece que me mintieron...
Más allá del tema de la nevisca y del frío, les quiero contar que hoy volví a ir a un supermercado. ¡Qué loco! ¡Cuántas cosas de colores que no sé ni para qué sirven! Por primera vez, además, fui sentada en un carrito, dado que mi generoso cuerpecito ya no entra en los changos especialmente diseñados para bebés. ¡Es increíble! Los hacen para chicos que pesan hasta ocho kilos... ¡Discriminación! Igual, les confieso, la pasé bárbaro ahí arriba. Una experiencia nueva que seguramente se repetirá...
Faltan días para que llegue a los 11 meses y a un nuevo control pediátrico. Espero no haberme excedido en la balanza...
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