14 abr 2007

Descremada

En vez de prepararme una fiesta y comprar una torta por mis flamantes ocho meses, el gordo barbudo no tuvo mejor idea que llevarme al pediatra. Y Horacio, así se llama el médico, se sorprendió al ver mi tamaño. No le hizo falta medirme (76,5 cm) ni pesarme (12,900 kg) para que se se diera cuenta de todo lo que crecí en este mes. El "uh" con el que me recibió lo dijo todo. Mi papá, entonces, le preguntó si sabía cuándo iba a parar de estirarme (a lo ancho y a lo alto) y el hombre de ambo celeste lo tranquilizó. Le advirtió que iba a frenar mi increíble desarrollo una vez que comenzara a moverme por la mía. Es decir, gatear y caminar... Ya falta poco. ¿Les conté que ya me paro solita? ¡Epa! ¡No se lo esperaban! Eso sí, para evitar que siga acumulando rollos (y para que los pañales me entren y no pase a los XXG), me armaron una trampita... ¿En qué consiste? Me 'truchan' las memas. Ya no tomo pura leche. Ahora me la rebajan con agua o con té. Ellos creen que no me di cuenta. Que me da lo mismo... Pero les confieso algo. Yo ya lo sé. Lo único que espero es que no lo hagan para ahorrar lechitas. No creo que sean tan miserables...

12 abr 2007

El día de la independencia

Manga de molestos. Todas las noches lo mismo. Dale con abrir y cerrar el ropero. Dale con abrir y cerrar la mesita de luz... Hasta esa maldita botella de agua mineral que en medio de la noche hacía ruidos que despertaban hasta a un muerto.
¡Y la tele! Tendrían que prohibir por decreto todos los canales a excepción de Discovery Kids. Si no era mi mami con su maldita costumbre de ver a los inútiles de Gran Hermano, era el gordo barbudo con los partidos de fútbol de ese equipito de morondanga que juega la copa de leche.
Todo eso tuve que aguantar porque ellos no se dignaban a pasarme a mi pieza. Y eso que mi mami había puesto todo su esmero en decorarla como la de las revistas... Hasta el gordo barbudo se puso las pilas y pintó de blanco todos los muebles que reciclaron de la casa de mi bisabuelita Baba. La habitación estaba chiche bombón... Pero yo sólo la usaba para jugar. A punto de cumplir los 8 meses, estos dos vagos no me dejaban tranquila y me obligaban a dormir a sólo unos pasitos de su cama.
Por suerte, después de la persistencia e insistencia de papá, mamá aceptó que la nena estaba ya bastante grandecita para dormir sola. Y me mudaron a mi pieza.
El terror de que me despertaría llorando por extrañar horrores el cuarto de mis papis, desapareció como la bruma de la mañana. Dormí de un tirón toda la noche. A pata suelta como se dice. El baby call, con el que me siguen de cerca, apenas transmitió algún que otro suspirito de placer. Sí, el placer de estar solita a mis anchas. Sin ruidos, sin golpes. Era mi día. Por fin la independencia.

11 abr 2007

Maldita nebu

Después de pasar siete meses invicta --apenas mocos y unas ocasionales líneas de fiebre--, me contagié de mi primer resfrío. ¡Qué feo! No podía dormir porque se me tapaba la nariz y la flema bloqueaba mi garganta... Horrible.
¡Qué lindo es estar sanita! Sobre todo porque el gordo barbudo me sometió repetidamente a la tortura de la nebulización. El juraba y perjuraba que no me quería causar daño. Aseguraba que lo hacía por mi bien. Pero yo la pasaba tan mal... Lloraba como una condenada y el muy desgraciado no se inmutaba ante mis lágrimas.
Igual, una noche me tomé la venganza. ¡Ojo! Tuvo un costo físico. Pero él y mi mamita se pegaron un susto de aquéllos. ¿Qué pasó? Después de ser nebulizada y de que me pusieran el aspirador sacamocos, comencé un interminable recital de vómitos. Una vez. Dos veces. Tres veces. Un asco. Me puse blanca y después lloré media hora sin parar. Quedé agotada. Tanto que me dormí apoyada en el hombro del gordo barbudo. ¡Qué cagazo se pegaron! Ahora lo piensan dos veces antes de nebulizarme en forma indiscriminada...
No se metan conmigo...