14 abr 2007

Descremada

En vez de prepararme una fiesta y comprar una torta por mis flamantes ocho meses, el gordo barbudo no tuvo mejor idea que llevarme al pediatra. Y Horacio, así se llama el médico, se sorprendió al ver mi tamaño. No le hizo falta medirme (76,5 cm) ni pesarme (12,900 kg) para que se se diera cuenta de todo lo que crecí en este mes. El "uh" con el que me recibió lo dijo todo. Mi papá, entonces, le preguntó si sabía cuándo iba a parar de estirarme (a lo ancho y a lo alto) y el hombre de ambo celeste lo tranquilizó. Le advirtió que iba a frenar mi increíble desarrollo una vez que comenzara a moverme por la mía. Es decir, gatear y caminar... Ya falta poco. ¿Les conté que ya me paro solita? ¡Epa! ¡No se lo esperaban! Eso sí, para evitar que siga acumulando rollos (y para que los pañales me entren y no pase a los XXG), me armaron una trampita... ¿En qué consiste? Me 'truchan' las memas. Ya no tomo pura leche. Ahora me la rebajan con agua o con té. Ellos creen que no me di cuenta. Que me da lo mismo... Pero les confieso algo. Yo ya lo sé. Lo único que espero es que no lo hagan para ahorrar lechitas. No creo que sean tan miserables...

No hay comentarios.: