Un fenómeno Discepolín... Ese sí que debía tener memoria de sus primeros días de vida... "El que no llora, no mama", tiró en Cambalache, el tango que me hizo escuchar el otro día el gordo que dice ser mi papá. ¡Cuánta razón! Porque si no lloro, obviamente, no mamo. Sin embargo, yo no se las hice tan fácil a mis viejos.
La libre demanda es el último grito de la moda entre los pediatras. Los médicos casi que obligan a las madres a andar con las tetas al aire para alimentar a su cachorro/a en forma constante --cualquier duda consulte al especialista--.
Pero yo no quiero saber nada con eso. Soy de la contra... ¿¿¿¿Y qué???? Estamos en invierno, hace un frío de la ostia. Y mi idea es que a mi mamá no se le tome el pecho... Si se resfría, ¿quién me cuida? Ehhhhh. Entonces, por más que ella --una santa-- apelara al kamasutra de la lactacia para que me tentara, hice mi primera huelga de hambre... ¡Soy una loca bárbara!
Pero tenía que comer. Si no lo hacía, me deshidrataba y no contaba esta historia... Había que verles las caras de preocupación a los dos que me cuidan. Se los notaba angustiados... Por lo tanto, con apenas unos días de vida y tras el sabio consejo del pediatra amigo, me hice de mi primera amiguita: la mamadera.
De paso, sin la teta como fuente exclusiva del morfi, no tengo la exclusividad de mamá a la hora de comer. También papá --aunque todavía sigue sin darme su apellido-- se toma el trabajo de alimentarme...
La mamadera es una historia aparte. La veo cada tres horas. Y me tomo mi tiempo. De hecho, no se lo digan a nadie, tardo más de la cuenta para estar un rato largo en los brazos de mis papis. En el medio de la sesión, entre un eruto y otro, me cambian los pañales. No me pregunten por qué, pero apenas tomo un poco de leche se me aflojan las tripas... Papá y mamá dicen que a veces me paso. Son unos exagerados.... Además, yo no me fijo en todo lo que ellos hacen sentados en el inodoro. Y, menos que menos, ando divulgando sus olores...
La libre demanda es el último grito de la moda entre los pediatras. Los médicos casi que obligan a las madres a andar con las tetas al aire para alimentar a su cachorro/a en forma constante --cualquier duda consulte al especialista--.
Pero yo no quiero saber nada con eso. Soy de la contra... ¿¿¿¿Y qué???? Estamos en invierno, hace un frío de la ostia. Y mi idea es que a mi mamá no se le tome el pecho... Si se resfría, ¿quién me cuida? Ehhhhh. Entonces, por más que ella --una santa-- apelara al kamasutra de la lactacia para que me tentara, hice mi primera huelga de hambre... ¡Soy una loca bárbara!
Pero tenía que comer. Si no lo hacía, me deshidrataba y no contaba esta historia... Había que verles las caras de preocupación a los dos que me cuidan. Se los notaba angustiados... Por lo tanto, con apenas unos días de vida y tras el sabio consejo del pediatra amigo, me hice de mi primera amiguita: la mamadera.
De paso, sin la teta como fuente exclusiva del morfi, no tengo la exclusividad de mamá a la hora de comer. También papá --aunque todavía sigue sin darme su apellido-- se toma el trabajo de alimentarme...
La mamadera es una historia aparte. La veo cada tres horas. Y me tomo mi tiempo. De hecho, no se lo digan a nadie, tardo más de la cuenta para estar un rato largo en los brazos de mis papis. En el medio de la sesión, entre un eruto y otro, me cambian los pañales. No me pregunten por qué, pero apenas tomo un poco de leche se me aflojan las tripas... Papá y mamá dicen que a veces me paso. Son unos exagerados.... Además, yo no me fijo en todo lo que ellos hacen sentados en el inodoro. Y, menos que menos, ando divulgando sus olores...
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